
Jagger, Richards, Wood y Watts hicieron doblete de shows en el London Stadium en las primeras fechas de la nueva etapa del No Filter Tour. Florence Welch fue la invitada del segundo concierto
POR OSCAR JALIL
Una vez más, los Rolling Stones activaron su credencial de inmortalidad ante una multitud agradecida que volvió a comprobar en vivo la intensidad de una fórmula inoxidable. Ver a la banda jugar de local no se parece en nada a las últimas presentaciones argentinas, aquí la mayoría del público acredita la misma edad avanzada que los integrantes de la leyenda: en mayor número son jubilados más cercanos a la adorable figura de Charlie Watts que llegan al estadio olímpico de la mano de sus parejas, señoras que crecieron bajo el impulso sensual de Mick Jagger y su tremendo magnetismo. Los más jóvenes parece que se mudaron a All Points Eats, un festival londinense en donde a la misma hora el line-up prometía la presencia de LCD Soundsystem, Yeah Yeah Yeahs y Phoenix, entre otros. Poco importa la competencia para casi 60 mil personas que colman el London Stadium por segunda noche consecutiva, el mito viviente está a punto de adueñarse de otra noche histórica y esa es una verdad que sigue resistiendo el paso del tiempo.
El clima primaveral ayuda -una semana de sol y con ausencia de lluvias también parece otro milagro londinense- y la previa se vive en los puestos de cerveza y comida, pero la estrella para distraerse un rato es el espacio oficial de merchandising del No Filter Tour, más de 50 modelos de remeras, buzos y gorros que van desde las 15 libras hasta 35. El ritual de entrada es puro orden e incluye controles estrictos con detector de metales y la advertencia que las puertas de entrada cierran a las 20:30, luego no entra nadie más. Unos pocos minutos antes de ese horario aparece el primer agite real cuando aún con luz de día suenan los acordes de «Jumpin’ Jack Flash» y las pantallas verticales abren el espectáculo visual: funcionan como espejos gigantes que en conjunto permiten una panorámica de toda la banda dividida en cuatro recortes. Todo el movimiento escenográfico es conocido: Jagger eléctrico, flaquito y bailarín, Ron Wood dueño de los tiempos para resaltar las canciones y contener al viejo Keith Richards, que luce sonriente pero un poco más lento en sus movimientos. Atrás toda la clase de Watts para explicar la precisión de la bendita máquina del tiempo que esconde en el bombo de su batería. En un segundo plano, la banda de apoyo con el gigante Darryl Jones en el bajo y Chuck Leavell en teclados, piezas imprescindibles de un engranaje en donde también se destacan las voces de apoyo y lucimiento de Sasha Allen y Bernard Fowler.
Fuente: www.rollingstone.com.ar